Sobre estas sensaciones reposa y crece la motivación por rescatar trazos de una naturaleza que, replegada en si misma, abre sus puertas a todo el que se acerca a ella con deseos de ver, mirar.
Crecer regalado de instantes y rincones que mis recuerdos evocan casi como irrepetibles, dejaron una impronta imborrable, una ventana irremediablemente abierta de par en par a la brisa de la vida. Atrapado en cierto modo en la necesidad de rememorar esa belleza generada por la naturaleza de cualquier rincón en cualquier parte, par que entre y guíe los trazos, tratando de recrearme en ella, compartirla y aportar mi punto de vista.
El punto de partida de una obra es siempre la experiencia directa en campo abierto. Ahí está todo. Tarde o temprano, la naturaleza te muestra algo que resalta sobre todo lo demás, y ahí está. La memoria retiene los aspectos generales, la sensación, lo mas sutil, que necesito apoyar con todos los recursos que tenga a mi alcance. Un apunte a lápiz, unas anotaciones de color, una fotografía. A veces, la obra llega al estudio casi acabada, otras, extiendo sobre la mesa todo lo recolectado que irá mezclándose sobre el lienzo.
Atrapar en un papel la instantánea de una belleza efímera que se escapa entre los dedos, ese es mi sino, .. encontrarme cara a cara con el rostro de una naturaleza que me mire a los ojos, ese es mi sino, de una naturaleza que ha adoptado la forma de unas alas, de una Alas de papel.
Francisco José Hernández.