De Gijón a El Bierzo
Se pueden reproducir exactamente paisajes y que no nos digan nada. Se puede ejecutar un retrato sin llegar a captar el alma del representado. Todo ello se puede ejecutar sin encontrarle un solo reproche técnico, pero ese no es el camino elegido por Llamazares.
Llamazares ha elegido el camino del sentimiento, de la expresión, de la interpretación de las imágenes. Nada de lo que dibuja es pura materia. Detrás de esa materia, o mejor dicho por encima de esa materia, está el significado de lo representado.
Existe pintura muda, que no habla, que no dice nada más allá de lo meramente representado. La pintura de Llamazares es parlanchina, alegre, vital, misteriosa, a veces onírica, colorista y, sobre todo, personal, muy personal.
Es un creador de escenas, de vivencias, de posibilidades, de caminos imaginativos, de sugerencias, eso es de sugerencias. En la mano del observador está quedarse quieto o transitar por los caminos propuestos por el pintor.
La pintura de Llamazares nos llevará allí donde nosotros mismos nos dejemos llevar. Es cuestión de imaginación.
José Isidro Rodríguez Pérez
Licenciado en Historia, doctorado en Arte
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